25 pasaba nos dirigimos á Protágoras. Cerca ya de él, le dije: -Protágoras, Hipócrates y yo venimos aquí para verte. -¿Quereis hablarme en particular ó delante de toda esta gente? -Cuando te haya dicho el objeto de nuestra venida, le dije, tú mismo verás lo que más conviene. - ¿Y qué es lo que os trae? nos dijo. - Hipócrates, que aquí ves, le respondí, es hijo de Apollodoro, una de las más grandes y ricas casas de Atenas, y es de tan buen natural, que ningun hombre de su edad le iguala; quiere distinguirse en su patria, y está persuadido de que, para conseguirlo, tiene necesidad de tus. lecciones. Ahora ya puedes decir si quieres que conver- semos en particular ó delante de todo el mundo. -Está muy bien, Sócrates, que tomes esta precaucion para conmigo; porque tratándose de un extranjero que va á las ciudades más populosas, y persuade á los jóvenes de más mérito á que abandonen á sus conciudadanos, pa- rientes y demás jóvenes ó ancianos, y que sólo se liguen á él para hacerse más hábiles con su trato , son pocas cuantas precauciones se tomen, porque es un oficio muy delicado, muy expuesto á los tiros de la envidia, y que ocasiona muchos odios y muchas asechanzas. En mi opi- nion, sostengo que el arte de los sofistas es muy antiguo. pero los que la han profesado en los primeros tiempos por ocultar lo que tiene de sospechoso. Trataron de encu- brirla, unos, con el velo de la poseía como Homero, Hesiodo y Simonides; otros, bajo el velo de las purificaciones y profecías,como Orfeo y Museo; aquellos la han disfrazado bajo las apariencias de la gimnasia, como Iccos de Ta- rento, y como hoy dia hace uno de los más grandes sofis- tas que han existido, quiero decir, Herodico de Selibria (1) (1) Selibria, hoy dia Silivri, ciudad del Sudoeste de la Tra- cia sobre la Propóntide
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