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los que compran estén en la misma ignorancia, á ménos que no se encuentre alguno que sea buen médico de alma. Si te conoces, pues; si sabes lo que es bueno ó malo, puedes comprar con seguridad las ciencias en casa de Protágoras ó en la de todos los demás sofistas; pero si no te conoces, no expongas lo que te debe ser más caro en el mundo, mi querido Hipócrates, porque el riesgo que se corre en la compra de las ciencias es mucho mayor que el que se corre en la compra de las provisiones de boca. [ Despues que se han comprado estas últimas, se las lleva á casa en cestos ó vasijas que no las pueden alterar, y ántes de gastarlas, se tiene tiempo para consultar y llamar en su socorro á los que saben qué cosas deben comerse ó beberse, qué cantidad puede tomarse y el tiempo en que debe hacerse; de manera que el peligro nunca es grande. Pero respecto de las ciencias, no sucede lo mismo; porque no se las puede poner en ningun cesto ó vasija, sino en el alma, y desde que queda hecha la compra, el alma necesariamente las lleva consigo y las retiene por el resto de sus dias. Sobre este objeto debemos consultarnos con personas de más edad y más experimentadas que nosotros: porque nosotros somos demasiado jóvenes para decidir sobre un negocio tan importante. Pero vamos allá, puesto que estamos en camino; oiremos & Protágoras, y despues de haberle oido, se lo comunicaremos á los demás. Protágoras no estará solo, y encontraremos allí á Hipias de Elea, y áun creo que estará Prodico de Ceos y muchos otros, gente toda de ciencia.

Tomada esta resolucion, emprendimos nuestra marcha. Cuando llegamos á la puerta, nos detuvimos para terminar una ligera disputa que sostuvimos mientras nos dirigiamos á la casa; esto ocupó un poco de tiempo hasta que nos pusimos de acuerdo. Pienso, que el portero, que es un viejo eunuco, nos escuchó, y que aparentemente el número de sofistas que llegaban allí á cada momento le ha-