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Marco Tulio Ciceron.

nos concedan algo, si despues no se halla similitud entre to coneedido y el motivo de la concesion. No conviene tampoco que entienda á primera vista el oyente adinde van á parar aquellas inducciones. Pues el que conoce que asintiendo á lo que primero se le pregunta tiene que conceder luego necesariamente una cosa que le desagrada, con no responder o responder mal, ataja la interrogacion. El interrogado debo ser conducido, sin que él lo vea, de lo que concede á lo que no quiere conceder.

Al fin ha de callarse, ó conceder ó negar. Si niega, no hay sino mostrarle la similitud de las proposiciones que ánles ha concedido, ó usar de otra induccion. Si concede, cerrar la argumentacion; si se calla, ó arrancarle la respuesta, tomar el silencio por confesion, puesto que el que calla otorga. Este modo de argumentar es triple.. La primera parte consta de una semejanza ó de muchas. La segunda estriba en lo que deseamos probar, y por cuya causa se traen las semejanzas. La tercera en la conclusion que ó confirma lo concedido ó muestra las consecuencias de la concesion.

Paréceme conveniente poner algun ejemplo, tomado de causas civiles, para mayor claridad; no porque los preceptos difieran, sino para satisfacer á la voluntad de algunos que quieren en todo caso ver confirmada la doctrina con la práctica. Veamos, por ejemplo, aquella causa tan célebre entre los griegos, cuando Epaminondas, general de los Tebanos, no quiso entregar á su sucesor el ejército, y en los pocos dias que tuvo el mando contra ley, venció del todo á los Lacedemonios. Podrá el acusador, que defienda la letra de la ley, decir asi: «Oh jueces, si se añadiese á la ley aquello que sogun Epaminondas es su verdadero sentidoquiero decir, la excepcion siguiente: «en el caso que la República peligre no se entregará el ejército,» ¿lo permitiriais! No, segun creo. Y si vosotros (cosa muy lejana de vuestra justicia y sabiduría) no más que por honrar á Epaminondas,