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De la invencion retórica.

carga. Todos se fijan en la misma ley, y la controversia cs sobre el valor de las palabras. Trátase de definir qué es el abandonar la nave y el quedarse en la nave, y qué es la misma nave. Aquí se aplicarán los mismos argumentos con que se trata la causa en el estado definitivo.

Expuestas ya las pruebas que se aplican al género judicial, daremos argumentos y reglas para el deliberalivo y el demostrativo, no porque toda causa deje de laHarse en alguno de los estados antedichos, sino porque hay ciertos lugares propios de estas causas, no independientes de la posicion de la causa, sino acomodados al fin especial de estos géneros. En ol género judicial, el fin es la equidad, esto es, una parte de la honestidad. En el deliberativo, se gun quiere Aristóteles, es la honestidad y la utilidad; eu mi opinion, la utilidad sola. En el demostrativo, la honestidad. En este género de causas hay que tratar ciertas argumentaciones de una manera comun y semejante, y añadir otras por separado bácia el fin, adonde se ha de encaininar todo el razonamiento. No nos seria molesto poner ejemplo de cada uno de los estados de la causa, si no viéramos que así como las materias oscuras se aclaran con palabras, así se oscurecen las claras. Vengamos ya á los preceptos de la deliberacion.

Tres géneros hay de cosas apetecibles, é igual número de las que deben evitarse. Las primeras nos llevan hácia sí, por su propia fuerza y dignidad, no por interes alguno. De este género son: la virtad, la ciencia, la verdad. Hay otras cosas que no apetecemos por su propio valor y naturaleza, sino por el fruto y utilidad, vg.: el dinero. Algunas cosas nos atraen a la vez por su valor y dignidad, y por algo de útil y deleitoso, vg.: la amistad, la buena estimacion. Las cosas contrarias á todas estas, fácilmente se entenderán, sin que nosotros las digamos.

Diremos los nombres de estos tres géneros. El primero se llama honesto, el segundo, útil; el tercero, porque con-

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