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petición y recrudescencia de los dolorosos ataques, considero necesario que el Sr. Oblomov suspenda temporalmente el trabajo en la oficina , y en general le prescribo que se abstenga de realizar labor mental y cualquier otro género de actividad.» Pero esto sólo le sirvió para una temporada; algún día tenía que ponerse bueno y veía de nuevo en perspectiva las diarias idas a la oficina . Oblomov no resistió más y presentó la dimisión . Así terminó para siempre su trabajo en el servicio del Estado. Su papel en sociedad fué un poco mejor. En los primeros años de su estancia en San Petersburgo , aquellos años de su juventud, los rasgos tranquilos de su rostro se animaban con más frecuencia , los ojos le brillaban con fuego de vida y lanzaban rayos de luz , de esperanza y de vigor. Se emocionaba como todos los demás , tenía esperanzas y se alegraba o sufría por pequeñeces. Pero todo esto había sido hacía mucho tiempo, en aquella divina edad en que el hombre cree tener un amigo sincero en todos los demás, se enamora de casi todas las mujeres y hasta está dispuesto a ofrecer a cada una la mano y el corazón, cosa que algunas llegan a realizar para desgracia de todo el resto de su vida, en la mayoría de los casos.

En estos dichosos días , también Ilia Illich tuvo la suerte de recibir dulces, aterciopeladas y hasta apasionadas miradas del grupo de las hermosas, un sinnúmero de prometedoras sonrisas, dos o tres