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EL VERBO AMAR

con que los pobres suelen engalanarse en situaciones análogas: el amor.

Pocos meses después -y cuando habia llegado á conocer á fondo aquel misterio oscuro- la bella señora de Montenegro estaba convencida de que el cariño que esperimentaba hácia su esposo, era el sentimiento que con tanto ahinco tratara de estudiar en otras épocas. La amistosa confianza que reinaba entre ellos, las íntimas y largas conversaciones, los besos furtivos, y otras mil pequeñeces no menos agradables, teníanla contenta, casi dichosa. Así que no dejaba de decirse de vez en cuando -no sin cierto júbilo y con pleno convencimiento- que eso era el amor y no otra cosa.

Pero en algunas ocasiones tuvo que permanecer sola varios días, y su imaginación siempre activa y despierta -imaginación de joven y de mujer- comenzó