Esta página ha sido validada
IV.
Pocos días después, Jorge, habiendo reflexionado sériamente sobre aquel sofisma habilísimo, dirijióse á casa de Soledad Palmares, con el pretesto de devolverle su manuscrito. Una vez en la casa, y cuando ya hacía rato que ambos conversaban amigablemente, el joven se interrumpió, clavó sus ojos en aquel rostro peregrino, é iba á comenzar la preparada declaración amorosa, cuando Soledad se echó a reir.
- ¿De que se ríe Vd.? preguntó, algo desconcertado.
- De lo que Vd. vá á decirme, contestó ella, siguiendo en su risa.
- ¿Lo sabe Vd., acaso?