las vírgenes adolescentes: no era la mañana, pero en cambio era el medio dia con todos sus magníficos resplandores. Fernandez Espiro pudiera -él solo- retratar sus ojos negros, en que hay aún:
« resplandor de luna
mezclado á rayos de sol...»
Después, aquellas ámplias formas de Vénus; aquel cutis de terciopelo blanco; aquella modelación esquisita de la carne;
aquellas líneas curvas acabadas de un rasgo, sin vacilaciones, sin discrepancias; aquel pecho altivo; aquella garganta escultural, digna base de su rostro griego, todo luz, todo amor; aquella mirada franca, leal, abierta, en que las pupilas se mostraban inmensas para la fascinación, lanzando rayos detrás de las pestañas largas y sedosas, -no eran de una niña inocente y llena de pudores; eran de la