« Y en verdad, los que contemplaban el retrato hablaban en voz baja de su parecido, como de una sorprendente maravilla y como de una prueba no menos grande de la potencia del pintor que de su profundo amor hacia la que estaba retratando tan milagrosamente bien.
« Pero á la larga, como la tarea tocaba á su término, nadie fué admitido á visitar la torre; porque el pintor se había vuelto loco á causa del ardor de su trabajo, y rara vez apartaba sus ojos del lienzo, ni aun para mirar al rostro de su mujer.
« No quería ver que los colores que extendía sobre el lienzo eran sacados de las mejillas de la que estaba sentada junto á él.
« Y cuando hubieron pasado muchas semanas y no quedaba casi nada que hacer, á no ser un ligero toque en la boca y un glacis en un ojo, el espíritu de la dama palpitó aún, como la llama de una lámpara que va á apagarse.
« Y entoncas se dió el toque en la boca y se arregló el glacis; y durante un momento el pintor quedó en éxtasis delante del trabajo que había realizado; pero un minuto después, como la contemplase aún, tembló, se puso pálido y se llenó de terror, gritando con voz fuerte y vibrante:
« — ¡En verdad es la Vida misma!
« Volvióse bruscamente para mirar á su muy amada, y... ¡estaba muerta! »