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EL RETRATO OVAL

muchas) cayeron entonces sobre un nicho de la habita­ción oculto hasta entonces por la profunda sombra que proyectaba una de las columnas del lecho.

En el fondo del mismo se dejó ver en medio de una luz viva una pintura que hasta entonces había escapado á mi observación.

Era el retrato de una joven ya próxima á ser mujer.

Eché sobre la pintura en cuestión una ojeada rápida, y cerré los ojos.

Al principio no me di cuenta de por qué los cerraba, pero mientras mis párpados estaban cerrados analicé rápidamente la razón que me los hacia cerrar.

Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y para pensar, — para asegurarme de que mi vista no me había engañado, — para calmar y preparar mi espíritu á una contemplación más fría y más segura.

Al cabo de algunos instantes miré de nuevo la piuntura fijamente.

Aunque lo hubiera querido, no podía dudar de que veía con toda la claridad posible, porque el primer reflejo de la luz de las bujías sobre este cuadro había disipado el estupor de que estaban poseídos mis senti­dos y me había llamado de pronto á la vida real.

Ya he dicho que el retrato era el de una joven. Con­sistía en una simple cabeza, con hombros, todo en ese estilo que se llama en lenguaje técnico de viñeta; era algo parecido a la manera de Sully en sus cabezas de predilección.

Los brazos, el seno y hasta las puntas de los res­plandecientes cabellos se fundían de una manera impal­pable en la sombra vaga pero intensa que servía de fondo al conjunto.