EL RETRATO OVAL
El castillo en que mi criado tuvo á bien penetrar por fuerza, antes que permitirme pasar la noche al aire libre, en el estado en que me encontraba, á causa de mis heridas, era uno de esos edificios mezcla de grandeza y melancolía que por largos siglos alzaron su rugosa frente en medio de los Apeninos, lo mismo en la realidad que en la imaginación de mistress Radcliffe.
Según toda apariencia había sido temporal y recientemente abandonado.
Instalámonos en una de las salas ó habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas.
Dicha habitación estaba situada en una torre aislada del edificio, y su decoración era rica pero antigua y desmantelada.
Cubrían los muros ricos tapices, numerosos trofeos heráldicos de todas formas, así como también una cantidad verdaderamente prodigiosa de pinturas modernas, llenas de estilo, en ricos cuadros de oro de un gusto arabesco.