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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

Las máscaras durante esta operación habían vuelto en sí de su alarma, y como empezaban á tomai' todo esto como una broma diestramente concertada, lanza.ron una inmensa carcajada al ver la posición de los monos.

— ¡Guardádmelos! — gritó entonces Hop-Frog; y su vez penetrante se hacia oir ú través del tumulto — guardádmelos, yo creo que los conozco. Si puedo verlos bien, diré quiénes son.

Entonces cabalgando con pies y manos sobre las cabezas de la multitud, maniobró de suerte que llegó á la pared, y después arrancando una de las antorchas de las cariátides, volvió por el mismo camino al centro de la sala, saltó con la agilidad del mono sobre la ca­beza del rey — y se encaramó algunos pies por la ca­dena, — bajando la antorcha para examinar el grupo de los orangutanes y gritando siempre: ¡Yo descubriré pronto quiénes son!

Hecho esto, mientras que toda la asamblea, — inclusos los monos,—se retorcían de risa, el bufón lanzó de repente un silbido agudo; la cadeua subió vivamente, — arrastrando consigo á los orangutanes aterrorizados, que se agitaban en el aire, y dejándolos así suspendidos. Hop-Frog aferrado á la cadena con­servaba siempre la misma posición con respecto á las ocho mascaras, dirigiendo sus antorcha hacia ellas como si procurase reconocerlas y descubrir quiénes eran.

Toda la concurrencia quedó tan estupefacta ante tal ascensión que se siguió un silencio profundo durante un minuto. Pero fué interrumpido por un ruido sordo, como el que antes había llamado la atención del rey y