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HOP-FROG

Cuando los dos pequeños enanos se presentaron obedeciendo la orden del rey, halláronle bebiendo regia­mente vino con los siete miembros de su consejo pri­vado; pero el monarca parecía de muy mal humor. Sabía que Hop-Frog temía el vino, porque esta bebida excitaba al pobre cojo hasta el delirio; y el delirio ó locura no es una manera de sentir muy agradable. Pero el rey sentía un gran placer en obligar á Hop­-Frog á beber, y según la real expresión, á estar alegre.

— Ven acá, Hop-Frog, — dijo, cuando entraban en la regia cámara el bufón y su amiga, — échate al cuerpo este vaso á la salud de tus amigos ausentes (aquí Hop­-Frog suspiró) y ayúdanos con tu inventiva. — Tenemos necesidad de tipos, de caracteres, amigo mío,—de algo que sea nuevo y extraordinario. Estamos cansados de esta eterna monotonía. ¡Ea, bebe! — ¡el vino te inspi­rará!

Hop-Frog hizo un esfuerzo, como de costumbre, para responder con un rasgo ingenioso á las palabras del rey, pero el esfuerzo fué demasiado grande. Era justa­mente el aniversario del nacimiento del pobre enano, y la orden de beber á la salud de sus amigos ausentes hizo brotar lágrimas de sus ojos. Algunas gotas amar­gas rodaron por sus mejillas hasta la copa que recibía humildemente de manos de su tirano.

— ¡Ja! ¡ja! ¡ja! — rugió este último mientras el enano apuraba la copa con repugnancia — ¡mira lo que hace una copa de buen vino! ¡Eh! ¡ya brillan tus ojos!

¡Pobre mozo! Sus grandes ojos centelleaban más bien que no brillaban, porque el efecto del vino sobre su excitable cerebro era tan poderoso como instantá-