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EL POZO Y EL PÉNDULO

pero todavía me era necesario hacer un esfuerzo de los más penosos para alcanzar el alimento contenido en un plato de barro, colocado á mi lado en el suelo.

Me apercibí con terror que el cántaro había sido arrebatado. Digo con terror, pues estaba devorado por una sed intolerable. Me pareció que entraba en el plan de mis verdugos el exasperar esta sed, pues la comida puesta en el plato estaba cruelmente sazonada.

Levanté los ojos y examiné el techo de mi prisión. Estaba á una altura de treinta ó cuarenta pies, y por su construcción se parecía mucho á los muros laterales. En uno de sus paños, una figura de las más singulares fijó toda mi atención. Era la figura del Tiempo, como es representada de ordinario, salvo que en lugar de una guadaña, tenía un objeto que al primer golpe de vista tomé por la imagen pintada de un enorme péndulo, como se los ve en los relojes antiguos. Había, no obstante, en el aspecto de esta máquina algo que me hizo mirarla con más cuidado. Como la observaba directamente, pues estaba colocada justamente encima de mí, creí verla mover.

Un instante después, mi idea estaba confirmada. Su balanceamiento era corto y naturalmente muy lento. Lo espié durante algunos minutos, no sin cierta desconfianza, pero sobre todo con asombro. Fatigado á la larga de vigilar su movimiento fastidioso, desvié mis ojos hacia los otros objetos de la celda.

Un ligero ruido atrajo mi atención, y mirando al suelo vi algunas ratas enormes que lo atravesaban. Habían salido del pozo, que podía percibir á mi derecha. En el mismo instante, cuando yo las miraba, subieron por montones apresuradamente con ojos voraces,