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EL POZO Y EL PÉNDULO


Impia tortorum longos hic turba furores
Sanguinis innocui satiata aluit,
Sospite nunc patria, fracto nunc funeris antro
Mors ubi dira fuit vita salusque patent [1].



Yo estaba quebrantado, quebrantado hasta la muerte por aquella larga agonía; y cuando en fin me desataron y me fué permitido sentarme, sentí que mis sentidos me abandonaban. La sentencia, la terrible sentencia de muerte, fué la última frase distintamente acentuada que conmovió mis oídos. Después, el sonido de las voces de los inquisidores me pareció ahogarse en el murmullo indefinido de un sueño. Ese ruido llevaba á mi alma la idea de una rotación, quizá á causa de que en mi imaginación la asociaba con una rueda de molino. Pero esta impresión duró muy poco, pues de improviso no oí más nada. Sin embargo, vi durante algún tiempo todavía; ¡pero con qué terrible exageración!

Contemplaba los labios de los jueces de traje negro. Ellos me aparecían blancos, más blancos que la hoja

  1. Cuarteta compuesta para las puertas de un mercado que debía levantarse sobre el terreno del Club de los Jacobinos, en Paris.