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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

gulares problemas psiquicos. Cuando un loco parece razonable, créame Vd., debe ponérsele la camisa de fuerza.

— ¿Pero cuál es ese peligro de Vd. me hablaba? querido señor mio. Conforme á su propia experiencia, desde que esta casa está bajo su dirección, ha tenido Vd. una razón material, positiva, para considerar peligrosa la libertad en un caso de locura?

— ¿Aquí? — ¿Conforme á mi propia experiencia? — Ciertamente puedo contestarle á Vd.: ¡si! Por ejemplo, no hace mucho tiempo, ocurrió una circunstancia singular en esta misma casa. Entonces, como Vd. sabe, estaba en uso el sistema de dulzura, y los enfermos estaban en libertad. Portábanse notablemente bien, hasta el punto de que una persona sensata no hubiera podido sospechar que tras esta aparente cordura se tramaba un plan endiablado. Y en efecto una mañana los guardianes se encontraron atados de pies y manos y encerrados en las celdas, donde fueron vigilados como locos por los locos mismos, que habían usurpado las funciones de guardianes.

— ¡Oh! ¿Qué me cuenta Vd? ¡En mi vida he oido hablar de absurdo semejante!

— Pues es un hecho. Todo esto sucedió gracias á un animal estúpido, un loco, á quien no sé como se le había metido en la cabeza que era el inventor del mejor sistema de gobierno conocido. Deseaba, ségún creo, probar su sistema, y asi persuadió á los demás enfermos á que se le uniesen en una conspiración para derrocar el poder reinante.

— ¿Y lo consiguió raelmente?

— Ya lo creo. Los guardianes y los guardados tro-