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EL DOCTOR BREA Y EL PROFESOR PLUMA

— Pedro — gritó mi huésped — cambie Vd. el plato de este caballero y déle Vd, un pedazo de conejo al gato.

— ¿De qué?... dije yo.

— De este conejo al gato.

— Pues bien, muchas gracias. Después de reflexionar, me decido por servirme yo mismo un poço de jamón.

Verdaderamente, dije para mi, no sabe uno lo que come á la mesa de esta gente de provincias. No quiero probar su conejo al gato, por la misma razón que no querria comer gato al conejo.

— Además — dijo un personaje de rostro cadavérico sentado al extremo de la mesa, volviendo á tomar el hilo de la converšación interrumpida—entre otras rarezas hemos tenido en cierta época un enfermo que se obstinaba en creerse un queso de Córdoba, y que iba siempre con un cuchillo en la mano invitando á sus amigos á que cortasen, únicamente para probar un pedacito de su nalga.

— Era sin duda un loco de atar—interrumpió otra persona — pero no se puede comparar con cierto individuo á quien todos hemos conocido, á excepción de este gentleman extranjero. Me refiero al hombre que se tenía por una botella de champagne y que saltaba siempre con un pan... pan... y un pschi... i... i... de esta manera...

Aquí el orador, muy groseramente á mi entender, metió su pulgar derecho en el carrillo izquierdo y lo sacó bruscamente produciendo un ruido semejante al que hace al saltar el tapón de una botella, y después por medio de un diestro movimiento de la lengua sobre

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