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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

que han podido examinar sus resultados es incomparablemente el más eficaz de todos los inventados hasta el presente.

— ¿Ese sistema, pregunté, es de la invención de Vd.?

— Me enorgullezco, respondió, de confesar que efectivamente es mio, por lo menos bajo cierto punto de vista.

De este modo seguí conversando con M. Maillard una ó dos horas, durante las cuales me enseñó el jardin y la huerta del establecimiento.

— No puedo, dijo, enseñar á Vd. mis enfermos inmediatamente. Para un espiritu sensible hay siempre en esta especie de exhibiciones algo de repugnante, y no quiero quitar á Vd. el apetito, porque espero que tendré el gusto de que honre Vd. mi mesa. Comerá Vd. ternera á la Sainte-Menehould y coliflor á la sauce veloutée, lo cual acompañado de unas botellas de clos-vougeot, dará á los nervios la fuerza suficiente.

A las seis anunciaron la comida, y mi huésped me introdujo en un vasto comedor, donde se hallada ya numerosa concurrencia, compuesta de unas veinte á treinta personas. Eran en apariencia gente de buena sociedad y esmerada educación, aunque sus trajes, según me pareció, tenian una riqueza extravagante y participaban un poco del refinamiento fastuoso de la antigua corte. Observé también que las dos terceras partes, al menos, de los convidados eran damas, y que algunas de ellas no estaban vestidas según la moda que un parisiense considera como el buen gusto del día. Por ejemplo algunas mujeres, que debían tener unos setenta años, estaban adornadas con profusión de