verle á su anterior estado, pero, cayendo bajo el imperio de mis deseos, volví sobre mis pasos y luché por despertarle. En este intento vi pronto que obtendría éxito — ó al menos, imaginé pronto que mi éxito sería completo — y estoy seguro que todos los asistentes estaban preparados para ver el despertar del enfermo.
Sin embargo, para lo que ocurrió en realidad, es perfectamente imposible que ningtín ser humano estuviera preparado.
Al hacer rápidamente los pases mesméricos, entre emociones de ¡muerto! ¡muerto! que brotaban de la lengua y no de los labios del paciente, todo su cuerpo se estremeció de improviso — y en el espacio de un solo minuto ó hasta menos, se encogió — se desmenuzó — absolutamente podrido entre mis manos. Sobre el lecho, sobre todos nosotros, cayó una especie de masa liquida — en la mas asquerosa — en las más abominable putrefacción.