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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

verle á su anterior estado, pero, cayendo bajo el impe­rio de mis deseos, volví sobre mis pasos y luché por despertarle. En este intento vi pronto que obtendría éxito — ó al menos, imaginé pronto que mi éxito sería completo — y estoy seguro que todos los asistentes estaban preparados para ver el despertar del enfermo.

Sin embargo, para lo que ocurrió en realidad, es per­fectamente imposible que ningtín ser humano estuviera preparado.

Al hacer rápidamente los pases mesméricos, entre emociones de ¡muerto! ¡muerto! que brotaban de la lengua y no de los labios del paciente, todo su cuerpo se estremeció de improviso — y en el espacio de un solo minuto ó hasta menos, se encogió — se desme­nuzó — absolutamente podrido entre mis manos. Sobre el lecho, sobre todos nosotros, cayó una especie de masa liquida — en la mas asquerosa — en las más abominable putrefacción.