M. VALDEMAR
Como es consiguiente, no pretendo que haya motivo de admirarse de que el extraordinario caso de Mr. Valdemar excitara discusión. Habría podido ser un milagro sino huhiera estado bajo circunstancias especiales. Á pesar del deseo que tenían todas las partes interesadas en ocultar el cuento al público, al menos por el momento, ó hasta que tuviéramos ulteriores oportunidades de investigación — á pesar de nuestros esfuerzos para conseguir esto — una relación incompleta y exa.gerada, circuló entre la sociedad y se convirtió en la fuente de muchas inexactitudes desagradahles, y muy naturalmente, de una gran incredulidad.
Se ha hecho necesarío, pues, que yo relate los hechos — hasta donde los comprendo yo mismo. Helos aquí, sucintamente:
Durante los últimos tres años, mi atención había sido atraída repetidas veces por el mesmerismo; y hace cerca de nueve meses, me ocurrió, repentinamente, que