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LA CARTA ROBADA

bitual urgencia, por algún extraordinario premio, es extender ó exagerar sus viejos modos de práctica, sin tocar sus principios. Por ejemplo, en este caso de D***, ¿que se ha hecho para variar el principio de acción? ¿Qué es todo este taladrar, probar, hacer sonar y registrar con el microscopio, y dividir la superficie del edificio en cuidadosas pulgadas cuadradas? qué es todo eso, sino una exageración de la aplicación de un principio ó conjunto de principios de pesquisa, que está basado sobre el conjunto de nociones respecto á la ingeniosidad humana, á que el Prefecto, en la larga rutina de su deber, ha sido acostumbrado? ¿No ve Vd. que ha dado por sentado que todos los hombres recurren á ocultar una carta, no precisamente en un agujero hecho con una barrena en la pata de una silla, sino, cuando menos, en algún oculto agujero ó rincón sugerido por el mismo tenor del pensamiento, que excitaría á un hombre á esconder una carta en un agujero hecho con una barrena en la pata de una silla? ¿Y no ve Vd. también que tales rincones buscados para ocultar, son adaptados únicamente á las ocasiones ordinarias, y serían adoptados solamente por inteligencias ordinarias? Porque en todos los casos de ocultación, una disposición del objeto ocultado, una disposición de él en esta manera buscada, es casi siempre presumible y presumida; y así, el descubrimiento depende, no sobre la penetración absolutamente, sino sobre el simple cuidado, paciencia y determinación de los buscadores, todo junto; y cuando el caso es de importancia, ó lo que quiere decir lo mismo á los ojos policiales, cuando el premio es de magnitud, las cualidades en cuestión no se ha visto que fallen jamás. Ahora entenderá Vd.;