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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

absolutamente todas las partículas del mobiliario de esa manera examinamos la casa misma. Dividimos su entera suprficie en compartimentos, que numeramos para que ninguno pudiera ser equivocado, después registra­mos pulgada por pulgada el terreno de la pesquisa, incluso las dos casas que le siguen inmediatamente, con el microscopio, como antes.

— ¡Las dos casas de al lado! exclamé; deben Vds. haber causado una gran agitación.

— La causamos; pero el premio ofrecido es prodi­gioso.

— ¿Incluyeron Vds. las tierras de las casas?

— Todas las tierras están enladrilladas; comparativamente nos dieron poco trabajo. Examinamos el musgo de las junturas de los ladrillos, y no encontramos que lo hubieran tocado.

— ¿Buscaron Vds. entre los papeles de D***, por consiguiente, y entre los libros de la biblioteca?

— Ciertamente; abrimos todos los paquetes y lega­jos; y no sólo abrimos todos los libros, sino que dimos vuelta todas las hojas en todos los volúmenes, no contentándonos con una simple sacudida de ellos, como acostumbran á hacer ciertos de nuestros agentes de policía. Medimos también el espesor de cada tapa de libro, con la más cuidadosa exactitud, y aplicamos á cada uno el más celoso examen con el microscopio. Si cualquiera de las encuadernaciones hubiera sido tocada para ocultar la carta, habría sido completamente imposible que el hecho escapara á nuestra observación. Unos cinco ó seis volúmenes recién traídos por el encuaderna­dor, los examinamos con todo cuidado, metiéndoles las agujas en las tapas.