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LA CARTA ROBADA



Nihil sapientiæ odiosus acumine nimio.


Al anochecer de una noche del otoño de 18... me hallaba en Paris, gozando de la doble fruición de la meditación y del tabaco contenido en una pipa de espuma de mar, en compañía de mi amigo C. Augusto Dupin, en un pequeño cuarto detrás de su biblioteca, calle Dunôt, Faubourg St-Germain, an troisième, nún. 33. Durante una hora por lo menos, habiamos guardado un profundo silencio; a cualquier casual observador, le habriamos parecido intencional y exclusivamente ocupados con los remolinos de humo que viciaban la atmósfera del cuarto. Yo, sin embargo, estaba discutiendo mentalmente ciertos tópicos que habían dado asunto para conversación entre nosotros, hacía algunas horas solamente; quiero hablar del asunto de la calle Morgue, y el misterio respecto al asesino de María Rogêt. Los consideraba, como siendo