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EDGAR POE

buena intención, el buen hombre,—que Poe si hubiera querido regularizar su genio y aplicar sus facultades creadoras de una manera más apropiada al suelo americano, habría podido ser un autor de dinero, a money making author; otro: un ingenuo cínico — que por más bello que sea el genio de Poe, hubiera valido más para él no tener sino talento, cotizándose el talento siempre mejor que el genio. Otro, que ha dirigido diarios y revistas, un amigo del poeta, confiesa que era difícil emplearle y que se estaba obligado á pagarle menos que á los otros, porque escribía en un estilo demasiado superior al vulgo. ¡Qué olor á almacén! como decía José de Maistre.

Algunos se han atrevido más, y uniendo el desconocimiento más completo de su genio á la ferocidad de su hipocresía burguesa, lo han insultado á cual mejor; y después de su repentina desaparición han morigerado rudamente ese cadáver; en particular Mr. Rufus Griswold, quien, para recordar aquí la expresión vengadora de Mr. George Graham, cometió entonces una inmortal infamia. Poe experimentando acaso el siniestro presentimiento de un fin súbito, había designado á Mrss. Griswold y Willis para poner en orden sus obras, escribir su vida y restaurar su memoria. Ese pedagogo-vampiro ha difamado largamente á su amigo, en un enorme artículo, vulgar y odioso, puesto nada menos que á la cabeza de la edición póstuma de sus obras.—¿No hay pues en América, una disposición que prohíbe á los perros la entrada á los cementerios? — En cuanto á Mr. Willis, ha probado al contrario que la benevolencia y la decencia marchaban siempre con el verdadero talento y que la caridad hacia nuestros co-