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EL MISTERIO DE MARÍA ROGÊT

nos inhiben de todo embarazo acerca de ese punto importante. Pero se ha dicho que el cuerpo descubierto no es el de María Rogêt, por la convicción de cuyo asesino ó asesinos se ha ofrecido el premio, y sobre los cuales, únicamente, versa nuestro convenio con el Prefecto. Ambos, conocemos bien á este caballero. Conviene no fiarse mucho en él. Si principiando nuestras inquisiciones en el cuerpo encontrado, y siguiendo la huella de un asesino, descubrimos que el cuerpo es el de alguna otra persona que María; ó si partiendo de la María viva, la llegamos á hallar, aunque no muerta — en cualquiera de los dos casos, perdemos nuestro trabajo; puesto que es el señor G*** con quien tenemos que tratar, Para nuestro propio fin, si no para el de la justicia, es indispensable, por consiguiente, que la primer diligencia sea la determinación de la identidad del cadáver con el de María Rogêt, á quien se busca.

Los argumentos de L'Etoile han tenido eco en el público; y que el diario mismo está convencido de la importancia de ellos, se comprende por la manera con que comienza uno de sus ensayos á ese respecto. « Varios de los colegas matutinos, dice, hablan del concluyente articulo de L'Étoile del lunes, » Para mí, ese articulo es concluyente de poco, excepto del celo de su autor. Debemos tener presente, que, en general, el objeto de nuestros periódicos es más bien crear una sensación —hacer ruido— que adelantar la causa de la verdad. Este último propósito es buscado solamente cuando parece coincidir con el primero. El impreso que concuerda con la opinión de todo el mundo (por más bien fundada que pueda ser) no merece crédito á la multitud. La masa del pueblo mira