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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

No puede haber duda, por consiguiente, de que ha sido descubierto el teatro de este horrible crimen. »

Como una consecuencia de este descubrimiento, nuevos datos aparecieron. La señora Delue declaró que tiene una posada no lejos de la orilla del rio, opuesta á la Barrera de Roule. No hay casas ni vecinos á su alrededor. Es el punto de reunión habitual que tienen los domingos los pillastres de la ciudad, que cruzan el río en botes. Hacia las tres de la tarde del domingo en cuestión, una joven llegó a la posada, acompañada por un hombre de tez morena, Ambos permanecieron en ella, por algún tiempo. Al partir, tomaron el camino de unos bosques muy espesos de la vecindad. La atención de la señora Delue fué atraída por el vestido que llevaba la joven, á causa de su parecido con otro de una parienta, ya muerta. Observó particularmente una túnica de seda. Poco después de la partida de ellos, una banda de forajidos apareció en la posada, en la que se condujeron ruidosamente; comieron y bebieron sin pagar, siguieron el camino que habían tomado los dos jóvenes, regresaron al anochecer y volvieron á atravesar el río como si estuvieran muy apurados.

Temprano, antes de oscurecer, esa misma noche, la señora Delue, así como su hijo mayor, oyó los gritos de una mujer, en la proximidad de su establecimiento. Los gritos eran violentos, pero breves. La señora Delue reconoció no solamente la túnica que fué encontrada en el bosquecito, sino también el vestido con que estaba cubierto el cuerpo. Un conductor de omnibus, Valence, declaró en seguida, haber visto á María Rogêt cruzar