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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

que sujetaba las cintas de esta gorra, no era de una señora, sino más bien de un marinero.

Después que el cuerpo hubo sido reconocido, no se le llevó, como es de costumbre, á la Morgue, pues esta formalidad era superflua, y se le enterró apresuradamente no lejos del punto en que había sido sacado del río. Por las diligencias de Beauvais, el asunto fué industriosamente ocultado; tanto como fué posible; y muchos días corrieron, sin que el público supiera nada de lo sucedido. Un periódico, semanal, sin embargo, se apoderó del tema; el cuerpo fué desenterrado y se produjo un nuevo examen médico; pero nada fué descubierto fuera de lo que ha sido ya dicho. Los vestidos, no obstante, fueron sometidos á la inspección de la madre y hermanos de la muerta, y resultaron ser exactamente los mismos que llevaba la joven al abandonar su casa.

Mientras tanto, la excitación popular crecía de hora, en hora. Algunos individuos fueron arrestados y puestos en libertad, en seguida. En St-Eustache recayeron especialmente las sospechas; y no pudo al principio, probar donde había estado durante el domingo en que María salió de su domicilio. Subsecuentemente, sin embargo, dió al señor G*** una declaración satisfactoria acerca de las horas del día en cuestión. Como el tiempo pasaba sin que se descubriera nada, circularon mil contradictorios rumores, y los mismos periodistas se ocuparon en hacer sugestiones. Entre ellas la que llamó más la atención, fué la idea de que María Rogêt vivía aún, y que el cuerpo encontrado en el Sena era el de alguna otra desgraciada. Será conveniente, dé á conocer al lector algunos pasajes que resumen las