noche en casa de su tía (como lo había hecho antes, en idénticas circunstancias), no creyó necesario cumplir su promesa. Cuando la noche se acercó, la señora Rogêt (que es enferma y de setenta años de edad) expresó el temor «de que no vería de nuevo á su hija»; pero esta observación atrajo poco cuidado en ese momento.
El lunes se supo que la joven no había estado en la calle de Drômes; y habiendo pasado el día sin que se tuvieran noticias de ella, se hizo una pequeña investigación en muchos puntos de la ciudad y sus alrededores. Sin embargo, recién al cuarto dia de su desaparicion fué que se averiguó algo de cierto respecto á ella. Ese día (miércoles, 28 de Junio) un señor Beauvais, que con un amigo, había estado inquiriendo por María cerca de la Barrera del Roule, en la ribera del Sena opuesta á la calle Pavée Saint-Andrée, fué informado que un cuerpo acababa de ser recogido por algunos pescadores que lo habían encontrado flotando en el río. Después de examinarlo y hesitar algún tiempo, lo identificó como el de la joven perfumista. Su amigo la reconoció más prontamente que él.
El rostro estaba cubierto en algunos puntos, por sangre negra, que brotaba del interior de su boca. No había espuma en ella, como en los casos de simple muerte por sumersión. No había decoloración en el tejido celular. En la garganta presentaba magulladuras é impresiones de dedos. Los brazos estaban encorvados sobre el pecho, y rígidos. La mano derecha estaba cerrada; la izquierda medio abierta. En la muñeca izquierda se notaban dos escoriaciones circulares, evidentemente efecto de cuerdas, o de una cuerda