de la especie aquí mencionada, podia haber dejado huellas como las que Vd. ha trazado. Este mechón de pelo leonado es, además, idéntico en carácter al de la bestia descrita por Cuvier. Pero no puedo comprender de una manera clara, todas las circunstancias de este horroroso misterio. Dos voces fueron oídas en disputa, y una de ellas era incuestionablemente la voz de un francés.
— Cierto; y Vd. recordará una expresión atribuída, casi unánimemente, por los declarantes, á esa voz — la expresión mon Dieu. Con relación á las circunstancias averiguadas, ha sido perfectamente caracterizada por uno de los testigos (Montani, el confitero) como una expresión de reconvención ó reproche. Sobre esas dos palabras, he edificado principalmente mis esperanzas de una completa solución del asunto. Un francés tiene conocimiento intimo del misterio. Es posible — á la verdad — es hasta más que probable — que sea inocente de toda participación en los sangrientos sucesos de que nos ocupamos. El Orangután, puede habérsele escapado. Puede haberlo seguido hasta el cuarto; pero por las terribles circunstancias que se produjeron puede ser que no haya vuelto á capturarlo. El mono está libre todavía. No proseguiré estas conjeturas — pues no puedo llamarlas de otra manera—desde que las sombras de reflexión sobre que se basan, son apenas de la profundidad suficiente para ser apreciables á mi propio intelecto, y desde que no puedo pretender hacerlas inteligibles á nadie. Las llamaremos, pues, conjeturas; y hablaremos de ellas como si fuesen tales, Si el francés en cuestión, es, como supongo, inocente de esa atrocidad, este aviso, que dejé anoche cuando