de los tres días, sobre la persona que lo recibió) vemos sucederse todos los días de nuestra vida, sin atraer ni momentáneamente nuestra atención. Las coincidencias en general, son grandes obstáculos en el camino de esa clase de pensadores, que han sido educados de tal manera, que no conocen sino la teoría de las probalidades — esa teoria á la cual los más gloriosos objetos de las investigaciones humanas deben las más gloriosas ilustraciones. En el presente caso, si el oro hubiera desaparecido, el hecho de su entrega tres días antes, habría importado algo más que una coincidencia. Podia haber corroborado la idea de motivo. Pero bajo la circunstancia real del caso, si podemos suponer al oro el motivo de este crimen, debemos también imaginar al perpetrador tan vacilante como un idiota, para haber abandonado su oro y su motivo, todo junto.
«Guardando ahora firmemente en el cerebro, los puntos hacia que he llevado la atención de Vd. — esa voz especial, esa extraña agilidad, y esa sorprendente ausencia de motivo, en un asesinato tan singularmente atroz como éste — examinemos el crimen en sí mismo.
«Aquí hay una mujer estrangulada por la fuerza de las manos, y metida en una chimenea, con la cabeza para abajo. Ordinariamente los asesinos no emplean medios semejantes para matar. Todavía menos, ocultan así los cadáveres.
«En la manera de introducir el cuerpo en la chimenea Vd. admitirá que hay algo excesivamente exagerado — algo irreconciliable con lo natural de las acciones humanas, hasta cuando suponemos á los autores, los más depravados de los hombres. Piense Vd., además, cuán grande debe haber sido la fuerza