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VIII
AL LECTOR

¡Y bien! el solo misterio que estabona esos ani­llos, el solo y delicado hilo que sujeta tanta perla, dando á la obra la magistral unidad requerida por el Arte, es la especial elección de las palabras, la mezcla armónica de los tintes.

¿Por qué, entonces, hacer traducciones libres? ¿Qué quiere decir eso de traducciones libres, sino vestir según el capricho del que traduce, fi­guras que el autor original ha vestido ya á su ma­nera?

Sin embargo, es la creencia más común respecto á traduccione. Es el poder que tienen ciertas frases sonoras; las pronuncia alguien reputado como perito; las repiten cuatro ó cinco cabezas huecas, con aire de dogmatismo y doctoría, y la verdad de la proposición queda sentada.

¡Misterios de simple armonía para los oídos sensibles, en los que reside el éxito de muchos ora­dores populares!....

Hacer una buena traducción, es hacer una buena copia. Cuanto menos subjetiva es una traducción, tanto mejor.

Dice Richter, que los alemanes creen tanto más nacional, tanto más buena una obra, cuanto más difícil es traducirla á otros idiomas. ¡Qué no se podría decir á ese respecto de Edgar Poe, cuyas maravillosas producciones, versando á veces sobre lo que hay de más intangible en el pensamiento, y de mús impalpable en su vida, son desarrolladas