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LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE

conocida como ocupada únicamente por una señora. L'Espanaye y su hija Camila L'Espanaye. Después de alguna espera ocasionada por una infructuosa tentativa de procurar entrada, la puerta fué forzada con una palanca, y ocho á diez de los vecinos entraron, acompañados por los gendarmes. Á este tiempo, los gritos habían cesado; pero cuando la gente llegaba al primer piso, dos ó más roncas voces, disputando coléricamente, fueron oidas, y parecían proceder de la más alta parte de la casa. Cuando el segundo pasillo fué alcanzado, estos sonidos, habían cesado también, y todo permanecía perfectamente tranquilo. Los que buscaban, se precipitarou de cuarto en cuarto. Al entrar á una ancha pieza en el cuarto piso (cuya puerta, encontrada cerrada y con la llave por dentro, fué abierta á la fuerza), se presentó ante los ojos de todos, un horroroso y sorprendente espectáculo.

«La habitación estaba en el más extraño desorden; el mobiliario roto y dispersado en todas direcciones. Había solamente un lecho; y su colchón y ropas habían sido removidas y arrojadas al suelo. Sobre una silla había una navaja de barba, manchada con sangre. En el suelo, estaban dos o tres mechones de cabellos humanos, grises, también, salpicados de sangre y pareciendo haber sido arrancados de raíz. Sobre el pavimento fueron encontrados cuatro napoleones, un aro de topacio, tres grandes cucharas de plata, tres pequeñas de metal de Argel, y dos bolsas, conteniendo cerca de cuatro mil francos en oro. Los cajones de un escritorio, que estaba en un rincón, se hallaron abiertos, y habían sido, aparentemente, saqueados, aunque muchos objetos se encontraban todavía en ellos. Un pequeño cofre de acero