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La gitanilla.

res, y pisad el polvito á tan menudito.» Y ella respondió sin dejar el baile: «Y pisarélo yo á tan menudó.»

Acabáronse las vísperas y la fiesta de Santa Ana, y quedó Preciosa algo cansada; pero tan celebrada de hermosa, de aguda y de discreta y de bailadora, que á corrillos se hablaba della en toda la corte. De alli á quince dias volvió á Madrid con otras tres muchachas, con sonajas y con un baile nuevo, todas apercibidas de romances y de cantarcillos alegres, pero todos honestos; que no consentía Preciosa que las que fuesen en su compañía cantasen cantares descompuestos, ni ella los cantó jamás, y muchos miraron en ello y la tuvieron en mucho. Nunca se apartaba della la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen; llamábala nieta, y ella la tenía por abuela. Pusiéronse á bailar á la sombra en la calle de Toledo, y de los que las venian siguiendo se hizo luego un gran corro, y en tanto que bailaban, la vieja pedia limosna á los circunstantes, y llovian en ella ochavos y cuartos como piedras á tablado; que tambien la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida.

Acabado el baile, dijo Preciosa:

—Si me dan cuatro cuartos, les cantaré un romance yo sola, lindísimo en extremo, que trata de cuando la Reina, nuestra señora, Margarita salió á misa de parida en Valladolid y fué à San Llorente: digoles que es famoso, y compuesto por un poeta de los del número, como capitan de batallon.

Apenas hubo dicho esto, cuando casi todos los que en la rueda estaban dijeron á voces: «Cántale, Preciosa, y ves aquí mis cuatro cuartos; » y así granizaron sobre ella cuartos, que la vieja no se daba manos á cogerlos. Hecho, pues, su agosto y su vendimia, repicó Preciosa sus sonajas, y al tono correntío y loquesco cantó el siguiente romance: