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y juraba por la laguna Estigia. No quiero juramentos, señor Andrés, ni quiero promesas; sólo quiero remitirlo todo a la experiencia deste noviciado, y a mí se me quedará el cargo de guardarme, cuando vos le tuviéredes de ofenderme.

—Sea ansí—respondió Andrés—. Sola uma cosa pido a estos señores y compañeros míos, y es que no me fuercen a que hurte ninguna cosa, por tiempo de un mes siquiera; porque me parece que no he de acertar a ser ladrón si antes no preceden muchas liciones.

—Calla, hijo—dijo el gitano viejo—; que aquí te industriaremos de manera que salgas un águila en el oficio; y cuando le sepas, han de gustar dél de modo, que te comas las manos tras él. ¡Ya es cosa de burla salir vacío por la mañana y volver cargado a la noche al rancho!

—De azotes he visto yo volver a algunos deso vacíos— dijo Andrés.

—No se toman truchas, etcétera—replicó el viejo: todas las cosas desta vida están sujetas a diversos peligros, y las acciones del ladrón, al de la galeras, azotes y horca; pero no porque corra un navío tormenta, o se anegue, han de dejar los otros de navegar. ¡Bueno sería que porque la guerra come los hombres y los caballos, dejase de haber soldados! Cuanto más, que el que es azotado por justicia entre nosotros, es tener un hábito en las espaldas, que le parece mejor que si le trujese en los pechos, y de los buenos.

El toque está en no acabar acoceando el aire en