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caído, cuando le alzó el que no tenía buen concepto de las gitanas, y abriéndole al punto, dijo:

—Bueno! ¡Sonetico tenemos! Cese el baile, y escúchenle; que según el primer verso, en verdad que no es nada necio.

Pesole a Preciosa, por no saber lo que en él venía, y rogó que no le leyesen, y que se le volviesen, y todo el ahinco que en esto ponía eran espuelas que apremiaban el deseo de Andrés para oirle. Finalmente, el caballero le leyó en alta voz, y era éste:

"Cuando Preciosa el panderete toca y hiere el dulce son los aires vanos, perlas son que derrama con las manos; flores son que despide de la boca.

Suspensa el alma, y la cordura loca, queda a los dulces actos sobrehumanos, que, de limpios, de honestos y de sanos, su fama al cielo levantado toca.

Colgadas del menor de sus cabellos mil almas lleva, y a sus plantas tiene amor rendidas una y otra flecha.

Ciega y alumbra con sus soles bellos, Su imperio amor por ellos le mantiene, y aún más grandezas de su ser sospecha." —Por Dios! dijo el que leyó el soneto, que tiene donaire el poeta que le escribió!

—No es poeta, señor, sino un paje muy galán y muy hombre de bien—dijo Preciosa.