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basta, hele aquí, con condición que también se me ha de decir a mí la buenaventura.

— Por un dedal tantas buenaventuras?—dijo la gitana vieja—. Nieta, acaba presto, que se hace noche.

Tomó Preciosa el dedal y la mano de la señora Tenienta, y dijo:

—Hermosita, hermosita, la de las manos de plata, más te quiere tu marido que el Rey de las Alpujarras.

Eres paloma sin hiel; pero a veces eres brava como leona de Orán, o como tigre de Ocaña.

Pero en un tras, en un tris, al enojo se te pasa, y quedas como alfiñique, o como cordera mansa.

Riñes mucho y comes poco:

algo celosita andas; que es juguetón el Tiniente, y quiere arrimar la vara.

Cuando doncella, te quiso uno de una buena cara; que mal hayan los terceros, que los gustos desbaratan.

Si a dicha tú fueras monja, hoy tu convento mandaras, porque tienes de abadesa