Página:Novelas ejemplares - Tomo I (1919).pdf/31

Esta página no ha sido corregida
31
 

cina tampoco. Lo cual visto por Preciosa, dijo:

—Todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas; pero las de plata o de oro son mejores; y el señalar la cruz en la palma de la mano con moneda de cobre sepan vuesas mercedes que menoscaba la buenaventura, a lo menos, la mía; y así, tengo afición a hacer la cruz primera con algún escudo de oro, o con algún real de a ocho, por lo menos, de a cuatro; que soy como los sacristanes; que cuando hay buena ofrenda, se regocijan.

—Donaire tienes, niña, por tu vida—dijo la señora vecina.

Y volviéndose al escudero le dijo:

—Vos, señor Contreras, ¿tendréis a mano algún real de a cuatro? Dádmele, que en viniendo el doctor mi marido os le volveré.

—Sí tengo—respondió Contreras—; pero téngole empeñado en veinte y dos maravedís, que cené anoche; dénmelos, que yo iré por él en volandas.

—No tenemos entre todas un cuarto—dijo doña Clara, y pedís veinte y dos maravedís? Andad, Contreras, que siempre fuistes impertinente.

Una doncella de las presentes, viendo la esterilidad de la casa, dijo a Preciosa:

—Niña, ¿hará algo al caso que se haga la cruz con un dedal de plata?

—Antes—respondió Preciosa—se hacen las cruces mejores del mundo con dedales de plata, como sean muchos.

—Uno tengo yo—replicó la doncella—; si éste