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calles y plazas discurre, descompuesta y casi loca.

A mil mudas bendiciones abre el silencio la boca, y repiten los muchachos lo que los hombres entonan.

Cuál dice: —Fecunda vid, crece, sube, abraza y toca el olmo felice tuyo, que mil siglos te haga sombra, para gloria de ti misma, para bien de España y honra, para arrimo de la Iglesia, para asombro de Mahoma.Otra lengua clama y dice:

—Vivas, joh, blanca paloma!

que nos has de dar por crías águilas de dos coronas, para ahuyentar de los aires las de rapiña furiosas; para cubrir con sus alas a las virtudes medrosas.Otra, más discreta y grave, más aguda y más curiosa, dice, vertiendo alegría por los ojos y la boca:

—Esta perla que nos diste, nácar de Austria, única y sola, ¡qué de máquinas que rompe!, ¡qué de dísígnios que corta!

¡Qué de esperanzas que infunde!

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