siéredes tomar mi consejo, yo os le daría tal que os luciese.
Pasmada, atónita y confusa estaba Cornelia oyendo las razones del ama, que las decía con tanto ahinco y con tantas muestras de teamor que le pareció ser todo verdad lo que le decía, y quizás estaban muertos don Juan y don Antonio, y que su hermano entraba por aquellas puertas y la cosía a puñaladas; y así, le dijo: —Y ¿qué consejo me daríades vos, amiga, que ¡ fuese saludable y que previniese la sobrestante desventura?
Y como que le daré tal y tan bueno, que no pueda mejorarse—dijo el ama—: yo, señora, he servido a un piovano, a un cura, digo, de una aldea que está dos millas de Ferrara; es una persona santa y buena, y que hará por mí todo lo que yo le pidiere, porque me tiene obligación más que de amo; vámonos allá, que yo buscaré quien nos lleve luego, y la que viene a dar de mamar al niño es mujer pobre, y se irá con nosotras al cabo del mundo; y ya, señora, que presupongamos que has de ser hallada, mejor será que te hallen en casa de un sacerdote de misa, viejo y honrado, que en poder de dos estudiantes, mozos y españoles, que los tales, como soy yo buen testigo, no desechan ripio; y agora, señora, como estás mala, te han guardado respeto; pero si sanas y convaleces en su poder, Dios lo podrá remediar, porque en verdad que si a mí no me hubieran guardado mis repulsas, desdenes y enterezas, ya hubie-