Página:Novelas ejemplares - Tomo IV (1920).pdf/92

Esta página no ha sido corregida
92
 

tento de vuestro hermano y el del duque llevo puestos en las niñas de mis ojos; yo miraré por ellos como por ellas.

—Si así os da el cielo, señor don Juan—respondió Cornelia, poder para remediar como gracia para consolar, en medio destos mis trabajos me cuento por bien afortunada; ya querría veros ir y volver, por más que el temor me aflija en vuestra ausencia, o la esperanza me suspenda.

Don Antonio aprobó la determinación de don Juan, y le alabó la buena correspondencia que en él había hallado la confianza de Lorenzo Bentibolli; díjole más: que él quería ir a acompañarlos, por lo que podía suceder.

—Eso no—dijo don Juan—; así porque no será bien que la señora Cornelia quede sola, como porque no piense el señor Lorenzo que me quiero valer de esfuerzos ajenos.

—El mío es el vuestro mismo—replicó don Antonio; y así, aunque sea desconocido y desde lejos, os tengo de seguir, que la señora Cornelia sé que gustará dello, y no queda tan solla que le falte quien la sirva, la guarde y acompañe A lo cual Cornelia dijo: —Gran consuelo será para mí, señores, si sé que vais juntos, o a lo menos de modo que os favorezcáis el uno a otro, si el caso lo pidiere; y pues al que vais a mí se me semeja ser de peligro, hacedme merced, señores, de llevar estas reliquias con vosotros.

Y diciendo esto, sacó del seno una cruz de díai