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que lo que debía a la confianza que de su fidelidad mi hermano hacía. En resolución, al cabo de pocos días me sentí preñada, y antes que mis vestidos manifestasen mis libertades—por no darles otro nombre, me fingi enferma y melancólica, y hice que mi hermano me trujese en casa de aquella mi prima, de quien había sido padrine el duque; allí le hice saber en el término en que estaba y el peligro que me amenazaba, y la poca seguridad que tenía de mi vida, por tener barruntos de que mi hermano sospechaba mi desenvoltura; quedó de acuerdo entre los dos que, en entrando en el mes mayor, se lo avisase, que él vendría por mí con otros amigos suyos, y me llevaría a Ferrara, donde en la sazón que esperaba se casaría públicamente conmigo; esta noche en que estamos fué la del concierto de su venida, y esta misma noche, estándole esperando, sentí pasar a mi hermano con otros muchos hombres, al parecer armados, según les crujían las armas, de cuyo sobresalto de improviso me sobrevino el parto, y en un instante parí un hermoso niño. Aquella criada mía, sabidora y medianera de mis hechos, que estaba ya prevenida para el caso, envolvió la criatura en otros paños, que no los que tiene la que a vuestra puerta echaron; y saliendo a la puerta de la calle, la dió, a lo que ella dijo, a un criado del duque. Yo desde allí a un poco, acomodándome lo mejor que pude—según la presente necesidad, salí de la casa, creyendo que estaba en la calle el duque, y no lo deNov. EJEMP.—T. IV