una partera, como don Juan se lo dejó ordenado, y al pasar con él por junto a la estancia donde estaba la que quería comenzar su historia, Iloró la criatura de. modo que lo sintió la señora, y levantándose en pie, púsose atentamente a escuchar, y oyó más distantemente el llanto de la criatura, y dijo: —Señores míos, ¿qué criatura es aquella que parece recién nacida?
Don Juan respondió: —Es un niño que esta noche nos han echado a la puerta de casa, y va el ama a buscar quien le dé de mamar.
—Tráiganmele aquí, por amor de Dios—dijo la señora, que yo haré esa caridad a los hijos ajenos, pues no quiere el cielo que la haga con los propios.
Llamó don Juan al ama, y tomóle el niño, y entrósele a la que le pedía, y púsosele en los brazos, diciendo: —Veis aquí, señora, el presente que nos han hecho esta noche, y no ha sido éste el primero, que pocos meses se pasan que no hallemos a los quicios de nuestras puertas semejantes hallazgos.
Tommóle ella en los brazos, y miróle atentamen=te así el rostro como los pobres aunque limpios paños en que venía envuelto, y luego, sin poder tener las lágrimas, se echó la toca de la cabeza encima de los pechos, para poder dar con honestidad de mamar a la criatura, y aplicándosela a ellos, juntó su rostro con el suyo, y con la