poder ese rico sombrero, o adónde está su dueño, que por lo menos es Alfonso de Este, duque de Ferrara?
Entonces don Juan, por no tenerla más suspensa, le contó cómo le había hallado en una pendencia, y en ella había favorecido y ayudado a un caballero que, por lo que ella decía, sin duda debía de ser el duque de Ferrara, y que en la pendencia había perdido el sombrero y hallado aquél, y que aquel caballero le había dicho que le guardase, que era conocido, y que la refriega se había concluído sin quedar herido el caballero, ni él tampoco, y que después de acabada había llegado gente, que al parecer debían ser criados o amigos del que él pensaba ser el duque, el cual le había pedido le dejase y se viniese, mostrándose muy agradecido al favor que yo le había dado; de manera, señora mía, que este rico sombrero vino a mi poder por la manera que os he dicho, y su dueño, si es el duque, como vos decís, no ha una hora que le dejé bueno, sano y salvo; sea esta verdad parte para vuestro consuelo, si es que le tendréis con saber del buen estado del duque.
—Para que sepáis, señores, si tengo razón y causa para preguntar por él, estadme atentos, y escuchad la no sé si diga mi desdichada historia.
Todo el tiempo en que esto pasó le entretuvo el ama en paladear al niño con miel, y en mudarle las mantillas de ricas en pobres; y ya que lo tuvo todo aderezado, quiso llevarle en casa de