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español, que me saquéis destas calles, y me Ilevéis a vuestra posada con la mayor prisa que pudiéredes, que allá, si gustáredes dello, sabréis el mal que llevo, y quién soy, aunque sea a costa de mi crédito." Oyendo lo cual, pareciéndome que tenía necesidad de lo que pedía, sin replicarle más, la así de la mano, y por calles desusadas la Ilevé a la posada. Abrióme Santisteban el paje, hícele que se retirase, y sin que él la viese, la llevé a mi estancía, y ella en entrando se arrojó encima de mi lecho, desmayada. Lleguéme a ella y descubríle el rostro, que con el manto traía cubierto, y descubrí en él la mayor belleza que humanos ojos han visto; será a mi parecer de edad de diez y ocho años, antes menos que más; quedé suspenso de ver tal extremo de belleza; acudí a echarle un poco de agua en el rostro, con que volvió en sí, suspirando tiernamente, y lo primero que me dijo fué: "Conocéisme, señor?" "No respondí yo, ni es bien que yo haya tenido ventura de haber conocido tanta hermosura." "Desdichada de aquella—respondió ella—a quien se le da el cielo para mayor desgracia suya; pero, señor, no es tiempo éste de alabar hermosuras, sino de remediar desdichas; por quien sois que me dejéis aquí encerrada, y no permitáis que ninguno me vea, y volved luego al mismo lugar que me topastes, y mirad si riñe alguna gente, y no favorezcáis a ninguno de los que riñeren, sino poned paz, que cualquier daño de las partes ha de resultar en acrecentar el mío." Déjo-