Página:Novelas ejemplares - Tomo IV (1920).pdf/69

Esta página no ha sido corregida
69
 

trarios, dejaron la calle y a espaldas vueltas se ausentaron. Ya en esto se había levantado el caído, porque las estocadas hallaron un peto como de diamante en que toparon. Habíasele caído a don Juan el sombrero en la refriega, y buscándole, halló otro, que se puso acaso, sin mirar si era el suyo o no. El caído se llegó a él y le dijo: —Señor caballero, quien quiera que seáis, yo confieso que os debo la vida que tengo, la cual con lo que valgo y puedo gastaré a vuestro servicio; hacedne merced de decirme quién sois y vuestro nombre, para que yo sepa a quién tengo de mostrarme agradecido.

A lo cual respondió don Juan: —No quiero ser descortés, ya que soy desinteresado; por hacer, señor, lo que me pedís, y por daros gusto, solamente os digo que soy un caballero español, y estudiante en esta ciudad; si el nombre os importa saberlo, os lo dijera; mas por si caso os quisiéredes servir de mí en otra cosa, sabed que me llamo don Juan de Gamboa.

—Mucha merced me habéis hecho—respondió el caído ; pero yo, señor don Juan de Gamboa, no quiero deciros quién soy ni mi nombre, porque he de gustar mucho de que lo sepáis de otro que de mí, y yo tendré cuidado de que os hagan sabidor dello.

Habíale preguntado primero don Juan si estaba herido, porque le había visto dar dos grandes estocadas; y habfale respondido que un famoso peto que traía puesto, después de Dios, le