verse a casa, y poniéndolo en efeto, al pasar por una calle que tenía portales sustentados en mármoles, oyó que de una puerta le ceceaban. La escuridad de la noche, y la que causaban los portales, no le dejaban atinar al ceceo. Detúvose un poco, estuvo atento, y vió entreabrir una puerta; llegóse a ella, y oyó una voz baja, que dijo: —Sois por ventura Fabio?
Don Juan, por sí o por no, respondió sí.
—Pues tomad respondieron de dentro, xponedlo en cobro, y volved Inego, que importa.
Alargó la mano don Juan, y topó un bulto, y queriéndolo tomar, vió que eran menester las dos manos, y así le hubo de asir con entrambas; y apenas se le dejaron en ellas, cuando le cerraron la puerta, y él se halló cargado en la calle y sin saber de qué. Pero casi luego comenzó a llorar una criatura, al parecer recién nacida, a cuyo lloro quedó don Juan confuso y suspenso, sin saber qué hacerse ni qué corte dar en aquel caso; porque en volver a llamar a la puerta le pareció que podía correr algún peligro cuya era la criatura, y en dejarla allí, la criatura misma; pues el llevarla a su casa, no tenía en ella quien la remediase, ni él conocía en toda la ciudad persona adonde poder llevarla; pero viendo que le habían dicho que la pusiese en cobro, y que volviese luego, determinó de traerla a su casa, y dejarla en poder de una ama que los servía, y volver luego a ver si era menester su favor en alguna cosa, puesto que bien había visto que le habían tenido