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otro bien en esta vida que entregarme por esposo vuestro; mirad que el buen suceso está llamando a las puertas que hasta ahora habéis tenido del malo, y no penséis que el atrevimiento que habéis mostrado en buscar a Marco Antonio ha de ser parte para que no os estime y tenga en lo que mereciérades, si nunca lo hubiérades tenido, que en la hora que quiero y determino igualarme con vos, eligiéndoos por perpetua señora mía, en aquella misma se me ha de olvidar, y ya se me ha olvidado, todo cuanto en esto he sabido y visto; que bien sé que las fuerzas que a mí me han forzado a que tan de rondón y a rienda suelta me disponga a adoraros y a entregarme por vuestro, éstas mismas os han traído a vos al estado en que estáis, y, así no habrá necesidad de buscar disculpa donde no ha habido yerro alguno.

Callando estuvo Leocadia a todo cuanto don Rafael le dijo, sino que de cuando en cuando daba unos profundos suspiros, salidos de lo íntimo de sus entrañas; tuvo atrevimiento don Rafael de tomarle una mano, y ella no tuvo esfuerzo para estorbárselo, y allí, besándosela muchas veces, le decía: —Acabad, señora de mi alma, de serlo del todo a vista destos estrellados cielos que nos cubren, y deste sosegado mar que nos escucha, y destas bañadas arenas que nos sustentan; dadme ya el sí, que sin duda conviene tanto a vuestra honra como a mi contento; vuélvoos a decir que soy caballero, como vos sabéis, y rico, y que os quiero