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fe de la galera capitana a Marco Antonio y a Leocadia, que jamás le dejó de los brazos, y queriéndose embarcar con ellos Teodosia, o ya fuese por estar cansada, o por la pena de haber visto herido a Marco Antonio, o por ver que se iba con él su mayor enemiga, no tuvo fuerza para subir an el esquife y, sin duda, cayera desmayada en el agua si su hermano no llegara a tiempo de socorrerla, el cual no sintió menor pena de ver que con Marco Antonio se iba Leocadia, que su hermana había sentido que ya también él había conocido a Marco Antonio. El caballero catalán, aficionado de la gentil presencia de don Rafael y de au hermana que por hombre tenía—, los llamódesde la orilla, y les rogó que con él se viniesen; y ellos, forzados de la necesidad y temerosos de que la gente, que aun no estaba pacífica, les hiciese algún agravio, hubieron de aceptar la oferta que se les hacía.

El caballero se apeó, y tomándolos a su lado, con la espada desnuda pasó por medio de la turba alborotada, rogándoles que se retirasen, y así lo hicieron. Miró don Rafael a todas partes por ver si vería a Calvete con las mulas, y no le vió a causa que él así como ellos se apearon las antecogió y se fué a un mesón donde solía posar otras veces. Llegó el caballero a su casa, que era una de las principales de la ciudad, y preguntando a don Rafael en cuál galera venía, le respondió que en ninguna, pues había llegado a la ciudad al mismo punto que se comenzaba la pendencia, y