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momentos crecía, fuéles forzoso a los de las galeras retirarse hasta meterse en el agua. Retirábase Marco Antonio de mala gana, y a su mismo compás se iban retirando a sus lados las dos valientes y nuevas Bradamantes y Marfisa, o Hipólita y Pantasilea. En esto vino un caballero catalán de la famosa familia de los Cardonas, sobre un poderoso caballo, y poniéndose en medio de las dos partes, hacía retirar los de la ciudad, los cuales le tuvieron respeto en conociéndole. Pero algunos desde lejos tiraban piedras a los que ya se iban acogiendo al agua, y quiso la mala suerte que una acertase en la sien a Marco Antonio, con tanta furia que dió con él en el agua, que ya le daba a la rodilla; y apenas Leocadia le vió caído, cuando se abrazó con él y le sostuvo en sus brazos, y lo mismo hizo Teodosia.

Estaba don Rafael un poco desviado, defendiéndose de las infinitas piedras que sobre él llovían, y queriendo acudir al remedio de su dama, y al de su hermana y cuñado, el caballero catalán se le puso delante, diciéndole: —Sosegaos, señor, por lo que debéis a un buen soldado, y hacedme merced de poneros a mi lado, que yo os libraré de la insolencia y demasía deste desmandado vulgo.

—Ah, señor!—respondió don Rafael—; dejadme pasar, que veo en gran peligro puestas las cosas que en esta vida más quiero.

Dejóle pasar el caballero, mas no llegó tan a tiempo que ya no hubiesen recogido en el esqui-