mira y la conoce, y cuando descubre o promete alguna vía de alcanzarse y gozarse, enciende con poderosa vehemencia el alma de quien la contempla, bien así del modo y facilidad com que se encienda la seca y dispuesta pólvora con cualquiera centella que la toca; no la imaginaba atada al árbol, ni vestida en el roto traje de varón, sino en el suyo de mujer, y en casa de sus padres, ricos y de tan principal y rico linaje como ellos eran; no detenía ni quería detener ell pensamiento en la causa que la había traído a que la conociese: deseaba que el día llegase para proseguir su jornada y buscar a Marco Antonio, no tanto para hacerle su cuñado como para estorbar que no fuese marido de Leocadia; y ya le tenían el amor y el celo de manera que tomara por buen partido ver a su hermana sin el remedioque le procuraba, y a Marco Antonio sin vida a trueco de no verse sin esperanza de alcanzar a Leocadia; la cual esperanza ya le iba prometiendo felice suceso en su deseo, o ya por el camino de la fuerza, o por el de los regalos y buenas obras, pues para todo le daba lugar el tiempo y la ocasión.
Con esto que él a sí mismo se prometía, se sosegó algún tante, y de allí a poco se dejó venir el día, y ellos dejaron las camas, y llamando don Rafael al huésped, le preguntó si había comodidad en aquel pueblo para vestir a un paje a quien los bandoleros habían desnudado. El huésped dijo que él tenía un vestido razo-